Una visita inesperada: El misterio de la urgencia humana

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Eko y Koa, dos observadores interestelares de la Federación Galáctica, descendieron de su nave con la curiosidad intacta. Su primera impresión del planeta Tierra fue una maraña incesante de movimiento. Humanos, por doquier, corrían de un lado para el otro, una prisa incomprensible pintada en sus rostros.

― ¿Qué les sucede, Koa?― , susurró, su voz apenas audible en el registrador mental. ― ¿Huyen de algo o persiguen algo con desesperación? ¿Por qué corren así?― 

― No lo sé, Eko. Observa más de cerca― , respondió Koa, ajustando sus sensores. ― Hay algo en el ambiente que les impulsa. Parece una especie de… urgencia crónica.― 

 

Se acercaron, invisibles para los habitantes terrestres, y la escena se volvió más clara… o más confusa. Todos miraban sus relojes, sus móviles, las noticias, el tiempo, las agendas repletas, las listas de tareas interminables. Personas que atender, mensajes que responder, imágenes que procesar. Había mucho que hacer y pensar, pero cada uno parecía sumido en su propio universo, aislado por cascos, sin conversar, sin escucharse, sin mirarse.

― La tensión es palpable, Koa. El pulso acelerado, la sudoración evidente. Esta gente parece tener miedo de algo― , señaló Eko. ― ¿Cuál es el peligro? ¿Quién les ataca? ¿Desde dónde?― 

― No detecto ninguna amenaza externa inmediata, Eko. Es extraño― , replicó Koa, con un matiz de perplejidad en su voz.

 

Después de un largo rato de observación, la revelación llegó a ambos. Una comprensión que les heló las antenas: tenían una voz en la cabeza que les daba órdenes constantes. Una voz exigente, dura e inflexible. Les recordaba sin cesar todo lo que les fallaba, lo que les faltaba, lo que aún no habían conseguido, y lo que quizás nunca conseguirían. Les hablaba de lo inalcanzable.

― Es una voz que castiga y culpa por los fallos, por los despistes, por el tiempo ‘perdido’― , exclamó Eko. ― ¿Perdido? ¿Es eso posible?― 

― Es una construcción mental curiosa, Eko. Me pregunto…― , dijo Koa, pausando su análisis. ― ¿Será posible que toda esta gente no tenga cosas valiosas en su vida? ¿No habrán conseguido ya un montón de cosas? ¿Disfrutarán con algo?― 

― Seguramente sí, Koa, pero parece que no lo recuerdan. Esa voz interna, tan dominante, omite por completo esa parte― , reflexionó Eko con una punzada de algo parecido a la empatía.

 

Pronto, se dieron cuenta de que varios temas eran recurrentes en las mentes humanas: trabajo, familia, amor, dinero, éxito, imagen…

― Y casi todos están pensando las mismas cosas― , observó Koa. ― ¡Qué curioso! ¿Quién habrá metido esas ideas tan similares en sus cabezas? ¿Cómo pueden estar esforzándose tanto por cosas que ni siquiera les gustan?― 

 

Una vez más, la respuesta se manifestó con claridad: el miedo. La sensación de peligro, de perder, de no ser nadie, de no ser visto, ni valorado.

De repente, Eko sintió cómo el ambiente le oprimía, le robaba el aire. Mucha gente en espacios pequeños, luces que cegaban, anuncios por todas partes instalando deseos en el pensamiento. La prisa. Sintió una urgencia abrumadora por salir de allí.

― Koa, empiezo a sentirme… mal― , dijo Eko con una voz un tanto agitada. ― Una extraña pulsión me empuja a querer esa casa, un coche, una pareja, un móvil… Y una alerta resuena en mi mente: ‘¡Cuidado que te quitan el sitio! ¡Protege tus cosas, no hables con extraños, ¡corre, que no llegas a tiempo!’― 

― Lo siento también, Eko. El ambiente es denso. Desde aquí, desde dentro, es imposible sentir, pensar o razonar. Cuesta respirar, el cuerpo se agota, el estado de alerta se activa y la ilusión se desvanece― , corroboró Koa, ya dando un paso atrás.

Eko deseó con todas sus fuerzas ser abducido.

― ¡Quiero volver a la nave, Koa!― , exclamó. ― Ver este panorama desde lejos. Es abrumador.― 

 

Una vez fuera, ya en la quietud de su nave, ambos observaron el planeta azul.

― ¿Quieren estas personas vivir así, Eko?― , preguntó Koa.

― ¿Habrá alguna forma de ayudarles a salir de eso, Koa? ¿Podríamos abducirles a todos?― , pensó Eko en voz alta.

― ¿Y cuánto de peligrosos serán los que han organizado este sistema del miedo? ¿Tendríamos que luchar contra ellos?― , reflexionó Koa, con una mirada pensativa hacia la Tierra.

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